mardi 2 mai 2017

¿Para qué retornan a su país los cuadros y profesionales de Guinea Ecuatorial formados en el extranjero?
                                                                                                                          Por Wenceslao MANSOGO ALO   29/04/2017                       

El régimen de Obiang promueve la ignorancia y alienta la fuga de cerebros.

Un país forma a sus ciudadanos fundamentalmente para promover su desarrollo. Cuando se desarrolla la política educativa nacional, cuando se crean escuelas, centros de formación, universidades, etc., es para que la gente adquiera conocimientos y competencias, y contribuya al desarrollo de sus sociedades, en un mundo en constante evolución y de concurrencia cada vez más ruda. Formar a un universitario supone una gran inversión, que se capitalizará aprovechando los conocimientos adquiridos en provecho de la nación. La gente formada es un importante capital para el desarrollo.
Sin embargo, la experiencia de Guinea Ecuatorial, para los que hemos decidido retornar después de nuestros estudios en el extranjero, nos demuestra que esta no es la visión del señor Obiang Nguema, amo absoluto del país desde que desalojara a su tío Macías Nguema mediante golpe de estado en 1979. A Obiang no le gusta la gente formada. Ni la educación. Y lo demuestra. La educación y las personas formadas representan un peligro permanente para su permanencia en el poder. Se acompleja ante ellas. Si pudiera exterminar sin dejar huella a todos aquellos a los que considera intelectuales, lo habría hecho sin el menor miramiento. Desde que accedió al poder hace 38 años, no ha construido ni un solo centro de enseñanza secundaria en Malabo ni Bata, las dos principales ciudades del país. Las consecuencias son inequívocas en los resultados de la Prueba Nacional de Selectividad. Por el contrario, ha construido o profundamente rehabilitado más de veinte cuarteles militares en ambas ciudades. Y va pretendiendo irónicamente por ahí que “más vale un pueblo culto que uno rico” mientras él mismo, su esposa, su suegra, sus innumerables hijos, sus cuñados y sus familiares próximos, dilapidan sin el menor escrúpulo toda la riqueza de este país en el que actúan como dueños incuestionables.
Hasta hace poco no había universidad en Guinea Ecuatorial. Y todos los estudiantes que terminaban el ciclo secundario aspiraban a obtener una beca para estudiar en el extranjero. Desde que se ha creado en 1995 la Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial, a imagen y semejanza de Obiang Nguema, no ha cambiado gran cosa. Los estudiantes siguen queriendo y prefiriendo ir al extranjero, pues el nivel y la calidad de la formación que ofrece nuestra universidad quedan muy por debajo de los estándares internacionales. El reclutamiento de los enseñantes obedece prioritariamente a criterios de fidelidad ideológica. No se admite como profesores a los “opositores” y asimilados, por más brillantes y competentes que sean. Inversamente, personas de dudosa formación son reclutadas como profesores universitarios con tal de mostrar o expresar simpatía por el partido político gobernante.
Pero no es cómodo hablar de estas cosas. Porque generalmente, cuando, fuera de nuestras fronteras, uno cuenta lo que sucede aquí dentro, el interlocutor se le queda mirando como tomándole por un exagerado. ¿Cómo hacerle entender que no solo no es exagerado sino que, además, la realidad puede y suele ser mucho más cruda?
Alfredo Okenve y Enrique Asumu fueron detenidos el 17/04/2017 porque hacen lo que consideran oportuno para su país; fueron detenidos porque se dedican a una actividad que, para los que dirigen el país, va a contracorriente de la voluntad del régimen: dirigir una ONG sin el necesario control o la anuencia del Gobierno. Y tanto más cuanto que la actividad de dicha ONG tiene que ver con los derechos humanos.
Ambos se formaron en el extranjero y regresaron entusiasmados a su país para contribuir en su desarrollo. Hoy les toca a ellos pagar por su preferencia nacional. Ayer fueron otros. Mañana, sin ninguna duda, hablaremos de otros mientras perdure la dictadura.
Alfredo Okenve es licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad Complutense de Madrid. Regresó a su país en septiembre de 2001 para aportar los conocimientos que ya poseía. Era su contribución al desarrollo de Guinea Ecuatorial. Ejerció como profesor en eso que llamamos Universidad Nacional, antes de que lo echasen porque no quería dejarse someter ni doblegar por la voluntad del régimen que dirige el país. Después de vivir muchas vicisitudes y exclusiones, pasó a ocuparse exclusivamente de la ONG que había creado: el Centro de Estudios e Iniciativas para el Desarrollo (CEID). Desde su creación, CEID está en el punto de mira del régimen como organización “non grata”, a perseguir y abatir.
Enrique Asumu es médico; se formó en la Unión Soviética y, como Alfredo, también regresó a su país para contribuir con sus conocimientos en la salvación de las numerosas vidas que caen a diario como moscas en nuestro país. Como moscas. Es alucinante la cantidad de personas que mueren cada día en las ciudades y poblados de Guinea Ecuatorial “por largas enfermedades que venían padeciendo”, según la fórmula consagrada. Enrique Asumu fue destinado al Hospital General de Bata, la ciudad más grande del país, pero las condiciones de ejercicio, de remuneración y de vida resultaron tan deplorables que una actividad privada suplementaria se le impuso. Enrique es asimismo el Presidente de CEID. El percance vivido ahora ha supuesto una dura prueba para él, porque su salud, muy precaria, comporta un alto riesgo de degradación en circunstancias adversas.
No hay razón lógica que explique la detención de estas dos personas. Pero así actúa el régimen de Obiang Nguema, ejemplo extremo de dirigente arbitrario, cuando persigue a alguien. Y sin haberles ofrecido tal explicación racional, les exigen dos millones de Francos CFA (>3.000 €) de multa a cada uno de ellos para que los dejen libres. Multa, ¿por qué?
La historia de Alfredo y Enrique se parece mucho a la mía propia. Después de graduarme en Medicina y ejercer cierto tiempo en Francia, regresé a Guinea Ecuatorial en noviembre de 1994, con este ánimo de ser por fin útil a mi país. En enero de 1995 empecé a ejercer con mucha energía en el Hospital general de Bata. Muy rápidamente etiquetado de opositor, la represión se abatió sobre mí. La primera señal, que no vi venir, fue la persistente difusión entre mis pacientes de falsos rumores sobre mi probidad profesional; fui convocado a declarar ante los servicios de Seguridad sin saber lo que había hecho. En otra ocasión, mi salario (38.000 F CFA/mes = 57,92 €; sí, cincuenta y siete euros) fue retenido en 1996 por no haber votado a favor de Obiang Nguema en las elecciones presidenciales. Por la misma razón, fui echado una primera vez del hospital, antes de ser readmitido un par de meses después. De paso, mi esposa fue también despedida del puesto de secretaria bilingüe que estaba ocupando en una empresa privada. La segunda vez que me echan del hospital, en 1999, fue la definitiva, por opositor, en un país con grave penuria de médicos normalmente instruidos. Desde entonces me las arreglo en libre ejercicio. Tuve que generar una actividad profesional propia creando un pequeño centro médico bastante concurrido, que dirijo hasta hoy y que el régimen siempre ha querido cerrar. Me encontré desahuciado sin previo aviso en octubre 2001, debiendo encontrar con urgencia un alojamiento de fortuna con toda mi familia. Más tarde, aquellos que me ofrecieron alquiler eran intimidados y se retractaban. Sufrí bastante para encontrar un alojamiento estable en Bata. El propietario del edificio que alquilaba para mi actividad se encontró brutalmente en la cárcel, sin motivo aparente: debía echarme para que lo dejaran libre. Compré una parcela de terreno en un barrio de Bata, que vallé, y en la que tenía ya construida una casa de madera nueva y una obra con material permanente en curso. El propio Obiang decidió extender su palacio de unos cuatro kilómetros, hasta donde estaba mi parcela, y se la quedó, sin compensación, así de simple: quia nominor leo. No contento con este insoportable acoso, y para privarme de mi herramienta profesional, fui groseramente acusado en 2012 de mutilar a una paciente fallecida durante una intervención quirúrgica, enviado a la cárcel durante cuatro largos meses, condenado al cierre de mi establecimiento y a no ejercer mi profesión. De no ser por algunas reacciones persuasivas, estaría hoy vendiendo panecillos en la calle.
Con el transcurso de los años, mi familia había crecido, estaba arraigada y mi entusiasmo inicial se había volatilizado, mientras esperaba la siguiente embestida del régimen de Obiang Nguema. Cuando ocasionalmente viajo a Francia, vuelvo a vivir momentos apacibles, mis compañeros me acogen con alegría y me ofrecen comodidades: son profesores de universidad (en Guinea me rechazan porque soy opositor), grandes investigadores, tienen vida estable, programada. Yo pude perfectamente haber preferido la misma vida allá.
¿Tiene sentido, pues, que uno vuelva a su país para vivir estas peripecias, exponiendo a veces su vida? La respuesta lógica, después de un análisis sereno, sería no. Eso explica que muchos guineanos opten por quedarse a vivir en el extranjero. Es uno de los principales factores explicativos y justificativos de la fuga de cerebros de Guinea Ecuatorial; la gente prefiere quedarse a vivir donde su formación es valorada y puede llevar una vida “normal”. Pero es también, precisamente, lo que persigue Obiang, para que no le hagan sombra mientras lleva tranquilamente a cabo sus lucrativos negocios en Guinea Ecuatorial.
¿Qué porcentaje de guineanos formados se queda en el extranjero? Este dato depende de muchos factores: de qué época se trate, del grado de apego del interesado a su país, del país formador, de los estudios realizados, etc. Pero todos los factores confundidos, se puede estimar que este porcentaje ronda por encima de los 50% desde que el país es independiente, coincidiendo con el inicio de las dictaduras.
Vamos a tomar un ejemplo que conozco bien: el mío. Salí de Guinea en 1980 con otros 14 compañeros para estudiar en Francia. Solo uno regresará a Guinea sin haber conseguido hacer estudios universitarios. De los quince:
·         8 regresaron a Guinea. Dos han fallecido, uno de ellos de miseria; era ingeniero técnico formado en el Instituto Universitario de Tecnología de Toulouse. Seis vivimos hoy en el país. De estos, uno es familiar de la familia dirigente, 2 colaboran activamente con el régimen (tienen altas responsabilidades) y los otros 3 se las arreglan. De estos últimos, dos son doctores (los únicos del grupo), uno de los cuales se graduó en la Sorbona de París: un valor totalmente infrautilizado.
·         7 se quedaron fuera de Guinea. Uno falleció. Los otros seis se desenvuelven hoy en el extranjero. Uno de ellos intentó retornar a Guinea, pero la presión sobre él fue tan tenaz que se resolvió a regresar al exilio: es periodista.
Las promociones siguientes a la nuestra presentan características similares.
Guinea Ecuatorial es un país básicamente rico, que hubiera podido ampliamente tenerlo todo si sus dirigentes lo hubiesen deseado. Esta riqueza ha hecho la desgracia del país: por poseerla indefinidamente y a unos niveles innecesariamente elevados, el Señor Obiang y familia han erigido un régimen extraordinariamente represor, impresentable, corrupto y corruptor. El país vive sumergido en un desorden de corrupción nepotista, de falta de valores y de retorno al primitivismo con el resurgimiento de rituales macabros y ensalzamiento de la brujería.
De entre los profesionales que retornan al país, en nuestro caso concreto, los hay que, por miedo, ansias de poder, oportunismo circunstancial, intereses familiares, políticos o económicos, creen necesario someterse y adherirse a estas prácticas. Entonces se convierten en peligrosos colaboradores del régimen, abierta o subrepticiamente, con consecuencias perniciosas para el país. Estos retornaron sin convicciones firmes o con intereses calculados.
Otros, por el contrario, privilegian los valores humanos, la probidad de la formación recibida, la honestidad, la rectitud, la justicia, y entonces, se convierten automáticamente en los “enemigos de la patria con nefastas ideas importadas”. Si quieren vivir en Guinea Ecuatorial, deben prepararse a sufrir. Estos son los que van a levantar conciencias, en detrimento de su porvenir personal y familiar. Para eso han retornado a su país y permanecido en él a pesar de la adversidad.
Con esta nota, quiero saludar el coraje y el valor de Alfredo Okenve y de Enrique Asumu, animarles y expresarles todo mi apoyo moral y mi solidaridad. Con su firmeza y perseverancia frente a la dictadura, levantaremos más conciencias en el país. Con esto y la actividad que ejercemos a pesar del régimen, habremos capitalizado nuestro retorno al país. 

Wenceslao Mansogo Alo
Doctor de Estado en Medicina por la Universidad Jean Monnet de Saint-Etienne, Francia
Especializado en Ginecología, Obstetricia y Medicina de la Reproducción
Diplomado universitario de Medicina Tropical
Máster en Ciencias Biológicas y Médicas en Estadística, Informática y Epidemiología


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