NOTA DE
AGRADECIMIENTO
Del Doctor Wenceslao Mansogo Alo
25
de junio de 2012
Aunque el
tema no esté nada terminado, tengo fe en que vayamos haciendo camino para
entrar en razón. Por una diabólica maquinación urdida desde altos niveles del
poder, y bajo la grotesca acusación de mutilación de órganos, tres días después
de que su familia se lo llevase a su casa, del cadáver de una paciente
fallecida de paro cardiaco en mi quirófano, he conocido injustamente la cárcel
en mi país.
La primera
noche, el 09/02/2012, la pasé en la comisaría de policía de Bata. Parecía que
bromeasen. Al día siguiente me enviaron a la cárcel pública. A mi llegada a
ésta, cosa inusual, ya tenían preparada la nave, la N° 3, y la litera que debía
yo ocupar, así como al pseudopreso que se encargaría de vigilarme de cerca,
hacer informes cotidianos e inventarse nuevas historias conspiratorias sobre
mí. ¡Delirante! Muchas personas siguen sufriendo hoy en su carne las
consecuencias de la maldad de este vil individuo que, encima, comía de lo que
me traía mi familia. Pero bueno, es el tipo de cosas a las que debe estar uno
preparado cuando hace oposición en Guinea Ecuatorial, expresa o deja clara su
disconformidad con el régimen político que gobierna el país.
Por fin me
han dejado salir de la cárcel en la que nunca debí entrar el pasado día 9 de
febrero. Se trató de una flagrante y brutal manifestación de la persecución
política que todavía se vive en mi país, Guinea Ecuatorial. Encarcelamiento por
motivos políticos, previamente tramado y sin causa judicial que lo sostuviera;
también ingrato, porque vinculado al esfuerzo del médico que soy por salvar,
sin éxito, a una paciente de una enfermedad. Médico ansioso de servir a mi
país, regresé con esta determinación de serle útil. Con lo que me ha ocurrido
sin embargo, ¡qué mejor ejemplo para explicar la fuga de cerebros que padece
Guinea Ecuatorial en particular y África en general!
Lo confirmo: si a alguien le quedaba la más mínima duda sobre el carácter represor del régimen guineano, que se le disipe. Guinea Ecuatorial es una dura dictadura que acosa a opositores políticos y disidentes; en la que la justicia es instrumentalizada para la represión; donde la población, casi generalmente descontenta, vive con el miedo metido en el cuerpo, viéndose violar e incapaz de reivindicar sus derechos más elementales; en la que incluso en la cárcel, las personas siguen vigilándose y denunciándose unas a otras, reproduciendo los esquemas trazados por la propia dictadura y dejando transparentar la insospechada maldad que habita en muchos de ellos.
Es deber
natural de todo ser humano defender sus libertades y derechos fundamentales.
Los tenemos por naturaleza y nadie puede privarnos de ellos. Luchar por su
defensa e invitar a su respeto en Guinea Ecuatorial es la irrenunciable vocación
de CPDS en general y la mía en particular.
Agradezco de
todo corazón esta formidable movilización nacional e internacional que se ha
organizado en torno a mi detención y encarcelamiento. En esta prueba, valoré
más que nunca la amistad, las muestras de solidaridad, el apoyo al amigo, al
compañero, al pariente, así como la acción internacional. También aprecié mejor
lo engañosas que pueden ser las apariencias en Guinea Ecuatorial: mucha gente
que parecía indiferente o distante de mi actividad me dio unas inconfundibles
muestras de apoyo y solidaridad o me aportó una sustancial ayuda económica. He
quedado impresionadísimo ante la cantidad y variedad de apoyos que he recibido.
Ante todo, chapeau!
ante el celo y la pugnacidad de mis abogados, el joven Elías Nzo y el
experimentado Ponciano Mbomio. A pesar de las amenazas y las acciones
intimidatorias que habéis sufrido, me habéis defendido con un profesionalismo
ejemplar. En un país como Guinea Ecuatorial en el que los buenos profesionales
insumisos son perseguidos, no debe sorprender que sigáis siendo objeto de
amenazas y todo tipo de vejaciones y persecuciones. Gracias amigos.
Asimismo mi
reconocimiento y agradecimiento a la firme, constante y determinante actuación
de la directiva de CPDS, con una nota especial a la organización de jóvenes,
que supieron emprender en todo momento las oportunas iniciativas políticas para
revelar al mundo la realidad de las maquinaciones del régimen.
Quiero
agradecer aquí, de manera general, a todas aquellas personas que firmaron la
petición a favor de mi liberación y, de modo particular, a los del distrito de
Kogo que, incomprensiblemente, sufrieron importantes vejaciones por
consecuencia de esta acción.
El interés
demostrado por los grandes países democráticos del mundo y las grandes
instituciones del mundo democrático es un verdadero estímulo y llena de
esperanzas no solo a mí y a todos los defensores de derechos humanos de Guinea
Ecuatorial sino a los de toda África en particular y el mundo entero en
general.
Pero sin la
atenta y permanente vigilancia de las organizaciones de la sociedad civil
internacional defensoras de los derechos humanos, difícilmente se hubiera
podido mantener esta enorme y constante presión internacional sobre mis
opresores. Que todas ellas encuentren aquí la expresión de mi profunda
gratitud.
Y cómo
olvidar el reconfortante apoyo moral y la solidaridad de todos los amigos de la
diáspora, todos vosotros que quisierais volver a nuestro querido país pero que
no podéis hacerlo por miedo a pasar lo que yo estoy pasando. A todos vosotros
que mandasteis cartas personales de aliento, todas las leí; a todos los que os
expresasteis sobre mi detención, vi vuestras notas desde la cárcel. A todos os
digo gracias. Creo que todos deberíamos hacer esfuerzos por mantener y reforzar
esta unidad de visión y de acción que habéis esbozado con esta ocasión.
Quiero
dirigir una nota muy especial a este querido Nsé Ramón, algunas de cuyas
caricaturas me hicieron reír en la cárcel, a mí y a muchos otros presos.
Gracias amigo y ánimo en tu genial, mordaz y eficaz forma de expresión.
A todos los
gestores de páginas web focalizadas sobre Guinea Ecuatorial, que difundieron e
hicieron un seguimiento cotidiano de mi situación, y la gran cadena que se
organizó en Facebook y otros medios sociales de comunicación, tened asegurado
mi reconocimiento. Sin duda alguna, gracias a vosotros no me ha ocurrido algo
peor.
A mis
numerosos amigos no guineanos, quiero deciros cuánto me animaron vuestras
notas, acciones, iniciativas. A mi hijo Mikaël, a Many, a Alfons, a Annie, a
Nadège, a James, a Rokia,… gracias.
A todos los
amigos, parientes y pacientes míos que, desafiando arriesgadamente el riguroso
control extrajudicial que el régimen ejercía sobre mí en el interior de la
prisión, me visitaron o me aportaron agua, comida, dinero, objetos de aseo,
etc., no os olvidaré. Saberos cerca de mí galvaniza mis convicciones.
Pero en todo
esto, he tenido una presencia cotidiana infalible, la persona que me animaba dos
veces cada día y todos los días, la que siempre llegaba con la sonrisa, aquella
por la que permanecía pendiente del reloj, para hablar, saber lo que ocurría o
se decía fuera, la situación de mis hijos… estoy hablando de mi esposa Marisol.
¡¡Qué gran persona!! Me sentí, y ahora más que nunca, muy orgulloso de ella.
La cárcel ha
supuesto para mí una experiencia patéticamente interesante, dura, rica en
enseñanzas sobre lo mal que van nuestros jóvenes, nuestra sociedad y nuestro
país, una experiencia políticamente enriquecedora. Es un lugar donde desaparece
completamente la clásica estratificación social para dar lugar a un abigarrado
y amorfo grupo de personas desesperadas; un lugar donde se le refuerza a uno la
convicción de la lucha por las libertades secuestradas a este pueblo, de la
lucha contra las injusticias. Uno se encuentra compartiéndolo todo, haciéndose
amigo de gente con la que jamás se relacionaría en otras circunstancias. He
vivido situaciones insospechadas y apabullantes en nombre de la justicia. Y,
precisamente, lo más fatídico y decepcionante de esta experiencia será, sin
lugar a dudas, la estremecedora iniquidad de nuestro sistema judicial, la
impasibilidad de los jueces ante el sufrimiento que, con sus decisiones
arbitrarias y muchas veces infundadas o interesadas, infligen a algunas
personas en nombre de la justicia. De todos los problemas y deficiencias que
presenta Guinea Ecuatorial y que requieren urgente solución, mi opinión es que el
establecimiento de un sistema judicial creíble y su total independencia del
poder establecido representan la prioridad entre todas las prioridades.
En mi caso
concreto, se ha llegado increíblemente a deformar una noble acción médica
instrumentalizando un sistema judicial deplorablemente sumiso, con el único objetivo
de hundir política, económica y
profesionalmente a una persona molesta. He visto cómo mi pretendido denunciador
oficial, que se negó a acudir al juicio, era traído manu militari a la sala el
último día del juicio para testimoniar contra mí, sin conseguirlo. Vi cómo se
le obligaba a reconocer que me había denunciado él, cuando eso no era cierto. Vi
cómo, cuando la acusación de “mutilación de órganos” por la que se me detuvo se
les hizo insostenible, los propios jueces se inventaban contra mí la de
“impericia y negligencia profesionales”, que durante la vista tampoco pudo
sostenerse sobre ninguna prueba. Vi cómo, durante el juicio, el fiscal y el
presidente del tribunal admitían, ante la evidencia y muy a pesar suyo, que mis
acusadores, la propia familia de la fallecida, fueran convocados a comparecer a
su vez por disimulación de pruebas y profanación de cadáver, sin que luego se
hiciera nada de eso. Vi cómo, en la sentencia, se me infligía una pena muy superior
a la ya abusivamente requerida por el fiscal. En la cárcel, he visto cómo el
Gobierno dictaba las normas de mi custodia e imponía mi total aislamiento en
contra de la decisión de los jueces. Por la justicia de mi país, he sufrido cuatro meses de cárcel por unos
delitos que nunca cometí.
Una anécdota:
el juez que me envió a la cárcel, cuando nos presentamos ante él, ya tenía firmados
todos los autos para mi encarcelamiento.
A pesar de la gravedad de las declaraciones vertidas ante él por un joven testigo
en contra de mis acusadores, no hizo caso alguno a ellas. Cuando le pregunté si
no le remordía la conciencia enviándome injustamente a la cárcel, me respondió
“tu caso es complicado”, y se quedó
tan ancho y satisfecho de sí mismo. Cuando ahora nos cruzamos en la calle, no
se atreve a mirarme a la cara.
Otra
anécdota: en mi última intervención durante la vista pública, ante el
ostensible sometimiento a la autoridad política de aquellos que me estaban
juzgando, reproduje una frase de Alfredo P. Rubalcaba: “prefiero vivir como pienso, porque el que no vive como piensa acaba
pensando como vive”. En la sentencia, los jueces pusieron que “declaré que no cambiaría de ideología”.
Visiblemente fue lo único que pudieron retener de esta frase dirigida a ellos.
Empecé
señalando que mi tema no se ha concluido todavía. El “indulto total” por el que
he salido de las mazmorras del régimen no tiene nada de total. Se mantienen
todos los elementos persecutorios con los que el régimen espera asfixiarme
social, económica, profesional y políticamente: privarme de mi clínica y de la
libertad de ejercer mi profesión, aparte de las multas injustificadas. Contra
estas acciones debe centrarse nuestra lucha ahora, independientemente del
resultado que venga del recurso que hemos interpuesto ante la Corte Suprema. Y
esto justifica el mantenimiento de la presión que ha conducido a mi liberación.
Desde mi
posición de médico, opositor y defensor de derechos humanos en Guinea
Ecuatorial, siempre estaré expuesto a este tipo de persecuciones. No dejaré de
atender a mis enfermos. Empecé a sufrirlas desde mi regreso al país en 1994;
desde entonces he pasado muchas situaciones difíciles y escapado a otras muy
peligrosas para mi salud. Parece obvio que el régimen no cesará en su acoso ni
en sus tramas indecentes. Pero esto no debe ser razón para no seguir
reclamando, exigiendo, lo que son derechos incuestionables e irrenunciables de
todo ser humano. Por eso extremaremos también nuestra vigilancia y afinaremos
las señales de alerta ante las amenazas y la represión.
Las
reflexiones durante las calurosas noches en la cárcel me han hecho constatar
con nitidez la vuelta a un grave primitivismo mental de nuestra sociedad: la fe
en rituales macabros, la creencia ciega en supersticiones absurdas, la
ignorancia, la envidia, la violencia… se han erigido en referencias o normas de
comportamiento para numerosos líderes de nuestra sociedad; la alienación mental
de la población por sectas de dudosa predicación, el alcohol barato y las
drogadicciones, el poco interés por la educación de calidad ya han colocado a
nuestra sociedad en una inquietante situación de oscurantismo para la sociedad
en general y las generaciones futuras en particular. Es urgente poner en marcha
mecanismos para el racional encauzamiento de nuestros valores morales, de los
principios que hacen que se nos llame “personas” y la construcción de una
sociedad mentalmente sana.
Sobre mi
experiencia en la cárcel de Bata, sin duda publicaré algunas notas.
Una vez más,
a todos GRACIAS.Desde Bata, Doctor Wenceslao Mansogo Alo,
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