Teodoro Obiang lleva
atornillado 33 años en el poder, adonde llegó tras un golpe de Estado que acabó
con el fusilamiento de su tío Francisco Macías, el primer presidente y sanguinario
dictador de Guinea Ecuatorial. Obiang amasa una fortuna con el dinero del
petróleo, confía en que le suceda su hijo Teodorín, investigado en Francia y EE
UU
Gracias al oro negro —300.000
barriles de petróleo diarios— y a los contratos firmados con compañías
estadounidenses (ExxonMobil, Chevron-Texaco, Amerada Hess y Marathon Oil, entre
otras), Teodoro Obiang Nguema es un dictador presentable, uno de los nuestros,
a quien la Unesco ha permitido apadrinar un premio científico con el dinero
amasado gracias a la corrupción. El petróleo, unido a la insignificancia de
Guinea Ecuatorial en el flujo informativo mundial, permite mirar hacia otro
lado a Gobiernos que afirman regirse por la ética y los derechos humanos, como
el de Barack Obama.
En Guinea Ecuatorial no hay
democracia ni libertad ni elecciones limpias y justas. No existen los
sindicatos ni las asociaciones profesionales, ni siquiera un colegio médico o
de arquitectos. Cualquier gesto podría interpretarse como un desafío al
régimen.
apadrinar un premio científico
gracias al dinero de la corrupción
“El poder fomenta la corrupción. No
tiene la voluntad de combatirla. El régimen vive de la corrupción, la necesita
para comprar voluntades y jugar con ella. El Gobierno en sí es un sistema de
reparto de las áreas de saqueo”, asegura por teléfono Plácido Micó, secretario
general de la Convergencia para la Democracia Social (CPDS), formación que ha
sobrevivido a la última táctica de Obiang, comprarse partidos
de la oposición para quebrarlos. Ha tenido éxito con Unión Popular (UP): cuatro
corrientes y su secretario general expulsado.
Celestino Bacale, amigo y compañero
de lucha de Micó (llegó a ser candidato en 2002 a la presidencia por el CPDS),
es hoy ministro de Economía con Obiang. Fue una de las deserciones más sonadas y
traumáticas de la lucha contra la dictadura; la prueba de que el presidente lo
puede todo. “No tengo relación con él”, dice Micó desde Malabo. “Fue una
decepción importante. Ha hecho un gran daño al partido, pues transmite una
imagen equivocada al exterior: que la oposición democrática no es seria”.
Con el dinero del maná negro y el
apoyo discreto de Washington, el régimen ha evolucionado de una dictadura
bananera a la ocupación bananera del poder por un clan, una casta que se
retroalimenta y se sucede a sí misma. Mandan Obiang y su familia, pero son
muchos los que se benefician de la cercanía al poder. En la última remodelación
ministerial en 2012, se nombraron 247 directores generales. La mayoría son
hijos de los prebostes del régimen que han estudiado en Estados Unidos y
Europa. “En 1992 no había más de 40 ministros entre titulares y viceministros.
Hoy son 79. Más que un Gobierno parece una asamblea”, dice Micó.
“Un miembro de la ejecutiva del
Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE), el de Obiang, gana 20 veces
más que toda la dirección de UP o CPDS. (...) Es difícil mantenerse honesto en
un ambiente de corrupción tan generalizada. (...) Es un sistema incompatible
con elecciones limpias”, asegura Adolfo Fernández Marugán, director de la
Asociación para la Solidaridad Democrática con Guinea Ecuatorial.
dijo Obiang "Quizá sea una señal,
todos saben que su hijo lo es",
dice un opositor
En 1995, Guinea Ecuatorial celebró
unas elecciones municipales en las que venció la POC (Plataforma de Oposición
Conjunta): 18 de los 26 municipios. Obiang rechazó el resultado y ordenó
detener el escrutinio. España negoció un fraude moderado, que permitiera la
victoria opositora en al menos siete municipios. Nunca más hubo elecciones
libres en Guinea. Un embajador español propuso a Obiang años después un
Parlamento con 20 diputados de la oposición, un quinto de los 100 que lo
forman. Obiang respondió: “Veinte son muchos”. En esta legislatura solo hay
uno: Plácido Micó.
A diferencia de Gabón, Camerún,
Benín y Senegal, Guinea Ecuatorial no cuenta con medios de comunicación
independientes. El Gobierno de José María Aznar concedió al dictador un regalo:
cerrar el programa de Rafi de la Torre
en Radio Exterior, el más crítico y el más seguido en el país. Hay
censura y orden y mando. Las primaveras
árabes estuvieron prohibidas. No se informó de ellas en la televisión
pública ni en la privada que controla Teodorín, su hijo y más que probable
sucesor. A Obiang le preocupa lo que pueda soliviantar a su pueblo y lleve el
sello de intervencionismo colonial.
Pese a la mano dura, uno de los
problemas más graves es la inseguridad. “El incremento de la delincuencia está
relacionado con los jóvenes que no encuentran empleo en las empresas
extranjeras, tal vez por falta de formación, y se dedican a robar. Unos se
enrolan en el Ejército; otros, siguen en la calle. Existe un nexo entre ambos
pues los segundos tienen acceso a armas de fuego. (...) El número de militares
encarcelados, acusados de crímenes, ha aumentado considerablemente en los
últimos años”, afirma Fernández Marugán.
Wenceslao Mansogo acaba de salir del
penal público de Bata. Es quizá el último preso político conocido de Guinea
Ecuatorial. Los demás son detenidos sin nombres ni apellidos. “Vivimos una
involución alarmante desde las presidenciales de 2009 [denunciadas por
fraudulentas]”, dice por teléfono. “Si alguna vez hubo ensayo democrático,
como le gustaba decir a Obiang, el retroceso es tremendo”. Mansogo cree que la
corrupción es uno de los problemas capitales. “He podido ver de cerca la
corrupción en la justicia. El primer cambio debería ser la reforma de la justicia.
En mi caso, que era un montaje, estoy en la calle con un indulto debido a la
presión internacional”.
Guinea Ecuatorial es un país
pequeño: 28.051 kilómetros cuadrados repartidos entre la isla de Bioko, Anobón
y el continente, una estrecha franja entre Camerún y Gabón. Es estadísticamente
rico en petróleo y en pobres: produce 300.000 barriles diarios para 685.000
teóricos habitantes. Pero nada es seguro en Guinea. El Gobierno siempre ha
tenido interés en hinchar la cifra de habitantes para reducir la renta per
cápita y mantener la ayuda al desarrollo.
Obama apenas ha modificado la
política con Malabo. Es cierto que ya no se escucha a una Condoleezza Rice
proclamar en público su amistad con Obiang y que el nuevo embajador
norteamericano parece genuinamente preocupado por los derechos humanos, pero
Washington nunca corre riesgos cuando se trata de petróleo. La relación es
ahora más compleja. Por un lado, sigue su curso en Estados Unidos una denuncia
contra Teodorín por apropiación indebida. Hay otra en Francia, donde el juez ha
emitido una orden de arresto. Por otro, el Departamento de Estado corteja al
dictador, de 70 años. En su último viaje a Houston le organizó reuniones con
varias ONG. “Eso significa”, dice Fernández Marugán, “que EE UU cree que el
futuro aún pasa por Obiang”.
Teodorín, el
heredero señalado, es un hombre imprevisible, con arranques de ira y
siempre rodeado de un lujo desmesurado. Fernández Marugán sostiene que a Obiang
no le convence del todo. Teme sus salidas de tono, su excesiva visibilidad y
los procesos por corrupción en el extranjero. Pero, de momento, es su única
opción. La fuerza de Teodorín procede de su madre Constanza, y de su abuela, la
principal hechicera de Guinea, una mujer con grandes poderes que todos temen,
incluido Obiang.
Micó no ve fisuras ni dudas. “Obiang
está dando los pasos necesarios para dejar el poder a su hijo”. Mansogo tiene
una opinión intermedia. “Es cierto que todo apunta a Teodorín, que se percibe
que será el sucesor, pero hay otros análisis. Es evidente que a Obiang le
desagradan los juicios contra su hijo, que una parte importante de su familia
se opone a Teodorín, lo mismo que los inversores extranjeros. Lo que vaya a
suceder es una incógnita”. Otro opositor recuerda una frase de Obiang el año
pasado: “No dejaría el poder a un estúpido” y añade: “Quizá sea una señal sobre
sus intenciones, pues en Guinea todos saben que su hijo lo es”.
El dinero del petróleo empieza a
notarse pese a la corrupción y a que los contratos son muy ventajosos para las
compañías. “Más capas de la sociedad tienen acceso al bienestar. Se ven más
coches por las calles de Malabo. Hay dinero, pero la situación sigue siendo
mala para la mayoría de la población que sobrevive al margen del petróleo”,
asegura Fernández Marugán. “Se han inaugurado dos hospitales privados, uno en
Malabo y otro en Bata. Detrás están los petrodólares de Obiang. Pese a su
calidad, los altos miembros del régimen siguen viajando a Europa y EE UU ante
cualquier dolencia grave. En Guinea nadie se fía de nadie, y menos Obiang, que
no se fía ni de su hijo. Unos lo llaman desconfianza; otros astucia, la
inteligencia de los que solo aspiran a sobrevivir.
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