El abogado Ponciano Mbomio Nvo viene sufriendo desde cierto tiempo un acoso tenaz por parte de las autoridades del Poder Judicial que a muchos guineanos nos parece inadmisible.
Ponciano Mbomio Nvo es, hoy por hoy, el único doctor en
Derecho ejerciendo sin ambigüedades en Guinea Ecuatorial y, sin duda, el
abogado más prestigioso del país. No ha obtenido su doctorado en una
universidad de dudosa reputación ni en un país raro. Este hombre conoce el
derecho y lo demuestra en su ejercicio. Ponciano debería ser un orgullo nacional,
pero no lo es. No lo es porque todo parece indicar que, precisamente por su
nivel de formación y su competencia profesional, crea complejos en el entorno judicial
y molesta a algunos sectores de nuestra sociedad. Debe ser humillado. Por eso es
perseguido y acosado sin tregua, por eso va de suspensión de ejercicio en
suspensión de ejercicio.
Todos nos enteramos estos últimos días, atónitos, de sus
revelaciones. Este abogado nos revela situaciones graves que ocurren alrededor
nuestro, bajo nuestras propias narices, protagonizadas por aquellas mismas personas
que debieran impedir que dichas cosas sucedan, por personas que deberían situarse
por encima de toda sospecha, que debieran ser ejemplo de probidad y honestidad
en la sociedad. Este incorruptible abogado deja al descubierto la podredumbre
que se esconde bajo la falsa apariencia de muchas personalidades públicas de
nuestra sociedad. Y las instituciones competentes, lejos de reaccionar actuando
conforme a la ley, se quedan impasibles o,
paradójicamente, deciden su persecución.
Pero vamos a mirar un poco más de cerca este acoso. Todo
sucede como si prevaleciera en el mundo judicial una guerra fría que no dice su
nombre. Y mirando un poco más allá, podemos fácilmente constatar que esta
guerra fría se extiende a diferentes sectores de la intelectualidad guineana.
El intelectual es, según la real academia española, “lo perteneciente o relativo al entendimiento”;
o también “lo dedicado preferentemente al
cultivo de las ciencias y de las letras”. También define la “visión
intelectual” como un “conocimiento claro
e inmediato sin raciocinio”. Entiendo yo con esto que el intelectual no es
necesariamente un universitario; de hecho, la historia está llena de
intelectuales no universitarios. Pero queda claro que el universitario es el
intelectual por antonomasia.
¿Y por qué estaría peleada la intelectualidad guineana?
Esta pregunta me remite a otra: ¿quién es el intelectual guineano y de dónde
procede? Para la comodidad de la exposición, nos ceñiremos a los intelectuales
universitarios o los formados en centros superiores. En este marco, esquemáticamente,
se puede considerar que la intelectualidad guineana está formada por los
formados en la Escuela Superior, los formados en España antes de la
independencia y durante los primeros años de Macías, los del periodo de Macías
propiamente dicho, y los del periodo de Obiang, de múltiples procedencias.
No hablaremos mucho de los de la preindependencia, que
fueron exterminados por Macías o se exiliaron.
Hoy día permanecen en el exilio o están siendo claramente marginados o
perseguidos en Guinea Ecuatorial.
Muchos de la Escuela Superior y los del periodo de Macías
fueron el arma de la “Revolución” de éste.
Parte de aquellos formados en la época de Obiang se puede
asimilar al grupo de Macías. Otra parte sufre la misma suerte que aquellos de
la preindependencia. Una tercera parte ha optado por sumarse al “gran
movimiento de masas”, donde tiene por jefes a personas que, muchas veces, presenta
alguna dificultad para escribir.
No cabe duda alguna que los guineanos con edad suficiente
se acuerdan todavía de que durante el periodo de Macías se condenaba pública y
oficialmente la intelectualidad en Guinea Ecuatorial y se obligaba a todos los
alumnos y estudiantes a gritar antes de entrar en clase: “¡¡el intelectualismo,
abajo!!”. Bien sabido también es que, en aquella época, los becarios que salían
al exterior solo iban a países del bloque del Este: Unión Soviética, China y
asimilados, todos ellos comunistas. Entonces, muchos de estos estudiantes, que
no todos, que quede bien claro, salieron de Guinea Ecuatorial aprovechando la
coyuntura política y bajo rigurosos criterios políticos; salieron por su
condición de miliciano o de miembro de la temible “Juventud Hormiga”, o por su
relación familiar o de afinidad política con algún miembro del régimen, pero,
rasgo característico de la mayoría de ellos, sin el nivel de formación básica
necesario para emprender estudios universitarios, y máxime en idiomas
totalmente desconocidos.
Al cabo de cierto tiempo, estos estudiantes volvían a su
país “formados” según los criterios políticos por los que habían sido
meticulosamente seleccionados; volvían a un país en el que se seguía condenando,
despreciando y machacando a la intelectualidad, con unos títulos lógicamente
consecuentes. Como ocurre a menudo en África, también volvieron con bastantes
rasgos típicos y algunas costumbres y prácticas de las sociedades donde habían
estudiado.
Esto es lo que, muy a pesar de ellos, las circunstancias
de entonces impusieron a estos estudiantes guineanos que hoy pueblan el paisaje
intelectual de Guinea Ecuatorial. Es lo que pedía y admitía entonces el régimen
imperante, y tuvieron que ponerse a trabajar como bien pudieron. Insisto, entre
estos egresados, los hubo de excelentes cualidades, y estos se reconocen hoy en
su ejercicio profesional. Pero no es el caso de la inmensa mayoría de ellos. Y
decir esto no es ser condescendiente con nadie; es sencillamente hacer una
descripción ciertamente poco halagüeña de una realidad lamentable de nuestro
país. Esta realidad es bastante evidente en nuestra sociedad y los propios
protagonistas podrían tener la la sinceridad de reconocerlo. En algunos países
de nuestro entorno, los gobiernos tomaron la decisión de mejorar sus
conocimientos enviándolos de nuevo a otras universidades más atentas y
respetuosas con la formación que daban a sus estudiantes.
La misma realidad queda patente y nos interpela cuando
unos jóvenes se dirigen por internet a otros jóvenes de nuestra sociedad en los
términos siguientes: “…los que regresan
con estudios y ocupan puestos de responsabilidad, se encuentran con una
sociedad que no pueden cambiar porque vuestros padres han querido que esta
sociedad viva en la ignorancia, en la mediocridad, en el clientelismo político
de primos, hermanos del pueblo, esposas, concubinas, cuñados, amigos, y un
largo etc., que sin tener la formación adecuada, ocupan puestos de
responsabilidad en las empresas y en la administración, con la única consigna
de controlar a la población, sobre todo a la gente formada, para seguir
manteniendo así el régimen dictatorial. Estos primos, tíos, cuñados, amigos
etc., en vez de ser útiles a vuestros deseos de mejorar el país, resultan ser
una lacra que hace mas hundir a vuestros padres y que si no os dais cuenta a
tiempo os arrastrarán con ellos”.
El tema que genera la guerra fría pues, en mi análisis,
es que los profesionales formados en estas circunstancias, instruidos en el
desconocimiento de lo que es una formación de calidad, coparon la casi
totalidad de los puestos importantes de la administración y del gobierno cuando
representaban lo mejor que admitía el país, me refiero al periodo de Macías, y siguen
ocupando gran parte de estos puestos hoy. Y mientras tanto, nuevas generaciones
de profesionales guineanos han ido emergiendo, con formaciones digamos más
actualizadas y de mayor calidad, formados generalmente en universidades
occidentales. La mayoría de ellos, que tampoco todos, demuestra su valía sobre
el terreno. Está claro que estos vienen a entrar en competición de hecho con
aquellos, y amenazan potencialmente con sacarles los puestos que ocupan.
De modo que aquí se crean dos campos de intereses
personales confrontados en el tipo de formación recibida. Los primeros,
temerosos de ir perdiendo su poder, privilegios y hegemonía, se cierran en
banda y se protegen entre ellos. Entienden que la llegada de estos nuevos es
una amenaza para ellos. Los segundos, por su parte, entienden naturalmente que
deben aportar a su país lo que saben hacer para el bien de todos y para el
progreso de nuestra sociedad; así sucede donde se han formado. Por razones
comprensibles, no entienden y se alzan contra la cerrazón de sus predecesores.
Esta incursión
progresiva de estos que “creen saber más que todo el mundo” y traen “ideas
importadas” no es del agrado de los ocupantes del aparato administrativo y
gubernamental, que desearían implantar un sistema de pseudoigualitarismo académico
e intelectual en el país, lo cual explica por qué cualquier atrevido se hace
llamar doctor en Guinea Ecuatorial. La disparidad en la calidad de la formación
crea complejos mal reprimidos, más en unos que en otros. Y por estos complejos,
cuando alguno llega a ostentar un poder que le permita humillar o aniquilar al
que podría amenazar con quitarle el puesto, entonces no vacila en golpearle
donde puede hacer más daño. Esta hostilidad puede ir desde bloqueos
administrativos inexplicados y casi sistemáticos, falsas acusaciones de índole
político, calumnias y difusión de bulos contra la buena reputación del afectado,
encarcelamientos injustos, hasta tentativas de eliminación física. El odio
latente contra la intelectualidad sigue constituyendo una realidad tan incuestionable
como preocupante hoy día en Guinea Ecuatorial, y se reconoce en expresiones
corrientes como: “¿qué se cree?”, “no sabe nada”, “lo va a ver”, “tiene ideas importadas”, … etc.
Este comportamiento de aborrecimiento a la
intelectualidad se consolida desde el golpe de estado que se atribuye a Atanasio en 1969. Atanasio Ndong Miyon,
principal artífice y negociador de la independencia de Guinea Ecuatorial, que
fue seminarista y no hizo estudios universitarios, era calificado de “célebre
intelectual guineano”. Murió en la cárcel de Bata por consecuencia, se dice, de
ese intento de golpe de estado no sangriento muchos de cuyos elementos quedan
por clarificar. Su reputación de intelectual y su protagonismo en dicho golpe
de estado en un régimen que aborrecía a los intelectuales sirvió de excusa a
este para exterminar a todos los intelectuales que pudo, demonizar
definitivamente el concepto de intelectual en Guinea Ecuatorial y culpabilizarlos
de ser lo que eran. Aparte de costarle la vida, el nombre de Atanasio Ndong
Miyon sigue siendo tabú hoy día en Guinea Ecuatorial. Y no es casualidad. La
tendencia a acabar, incluso físicamente, con los que “presumen de saber” o
representan de alguna manera la intelectualidad sigue existiendo
indiscutiblemente en buena parte de la sociedad guineana.
La gran mayoría de los profesionales egresados de
Occidente ha conocido todo tipo de humillaciones y vejaciones para incorporarse
al mundo socio profesional en Guinea Ecuatorial. El firmante de este artículo
ha pasado por mil y una peripecias. Esto es lo que está experimentando actualmente
el Doctor Ponciano Mbomio Nvó.
Estos complejos hacia los intelectuales en Guinea
Ecuatorial son multifactoriales, tienen otras dimensiones que no vienen al caso
en esta ocasión, pero que se podrían analizar en otro momento.
El resultado de todo esto es que el gran perdedor de
nuestra absurda guerra es nuestro propio país, Guinea Ecuatorial. Nos hacemos
haraquiri. Mientras prevalezcan estos comportamientos y tendencias, estos
bloqueos a nosotros mismos, siempre estaremos sumidos en el oscurantismo, la
brujería y la creencia en nuestros rituales macabros que nos caracterizan hoy
en día. Nuestro país vive sumido en la ignorancia y los que nos dirigen se
niegan a admitirlo. La organización y estructuración políticas del país rematan
esta sombría realidad. Nos desenvolvemos en un círculo vicioso: los que ocupan
los puestos desde los cuales se debieran resolver estos problemas acuciantes,
son los mismos autores de las aberraciones denunciadas. El régimen creó a los
pseudointelectuales, ahora estos gangrenan el régimen.
En el caso del Doctor Ponciano que nos ocupa, y en otros
vividos, todo parece apuntar que muchas de las personas a las que el régimen ha
dotado de poder tienen una especial
preocupación en aniquilar, solo por complejos y envidia, a los recursos humanos
más útiles del país, a la elite intelectual, a aquellos que, en otros sitios,
constituyen el orgullo nacional, que son precisamente necesarios para la
formación de las nuevas generaciones, que garantizan que los jóvenes crezcan en
un país que brinda oportunidades. Esta actuación devastadora sobre los valores
de la educación y la formación de calidad debe considerarse como una forma de
terrorismo nacional por parte de las autoridades que lo practican, y tratada
como tal.
Una vez más, debemos imponernos nosotros mismos para
hacer prevalecer la razón en nuestro país. Guinea Ecuatorial no puede continuar
así siempre. Y tanto si lo saben como si no, los verdaderos intelectuales
guineanos patriotas, estén donde estén, se encuentran en posición privilegiada
para demostrar al mundo que Guinea Ecuatorial tiene otro tipo de personas que
las que maculan su buena imagen nacional e internacional desde más de cuatro
décadas. Es tiempo de que los verdaderos intelectuales guineanos tomen la
palabra y marquen la pauta a seguir, sin complejos ni culpabilidades.
Yo creo que es necesario abrir, sin miramientos y dentro
de Guinea Ecuatorial, un verdadero y franco debate intelectual sobre cómo ir
descebando esta situación, que puede sobrevivir a este régimen; un debate en el
que la gente hable razonando, haga preguntas inteligentes, o hable de aquello
en lo que tiene alguna base. Un debate en el que no habrá sitio para falsos
intelectuales con intención de crear bochorno. Yo creo que nos corresponde crear
este espacio de debate contradictorio, sin que la gente se pelee, un espacio
donde la gente empiece a hablar sin ningún miedo, tranquila y sencillamente de
cosas constructivas para nosotros mismos y nuestros jóvenes.
Podemos sacar algo positivo de la persecución al Doctor
Ponciano. Por ejemplo, creando desde ahora mismo, sin recurrir a nadie, sin más
condiciones que nuestra propia voluntad y sin miedo, lo que podríamos denominar
el “Círculo de Pensadores de Guinea Ecuatorial”, un espacio de tertulia, con
criterios de ingreso, en el que intelectuales guineanos serios puedan aportar
ideas sanas en y para este país, recreándose, charlando, discutiendo, debatiendo
libremente de cualquier tema social, cultural, económico o político, en torno a
un refresco o taza de té o café. Cualquier guineano con capacidad para
desarrollar un tema con base será el bienvenido. Y como lo digo, ya está en
marcha, aunque solo fuera empezando con el Doctor Ponciano.
Doctor Wenceslao Mansogo Alo
14/08/2012
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